sábado, 28 de septiembre de 2013

La maleta de Marta

Hay historias que parecen imposibles. La de Marta es una de ellas. Superviviente de su asesino, que después de atropellarla le asestó dieciseis puñaladas. Marta no solo sobrevivió, sino que se ha atrevido a plantarle cara a su asesino y contar su historia. Para que se sepa lo que realmente sienten y necesitan las mujeres en peligro de muerte, amenazadas por los canallas que fueron sus parejas.



 

Las mujeres que han vivido las muchas violencias de género (la psicológica, la sexual, la económica, la social, la física) reconocerán en la historia de Marta elementos que por desgracia comparten todas las víctimas: la tela de araña que envuelve hasta asfixiar, la culpa que te inoculan y que atenaza la capacidad de decidir, lo sutil de la violencia psicológica en la que es difícil definir qué día comenzó todo, las lágrimas y los pañuelos retorcidos, el miedo a la reacción de la familia y al qué dirán, y la sonrisa final de las que consiguen escapar y renacer, reinventarse y volver a vivir. No todas lo consiguen. Al menos las mujeres que aparecen reflejadas en estos datos no lo consiguieron:

 

Las noticias sobre violencia con resultado de muerte, esas que salen en la prensa, insisten en la necesidad de la denuncia previa. Pero ¿qué hubiera denunciado Marta? ¿cómo se denuncia la tela de araña? ¿cómo se demuestra el desprecio, la humillación, la burla, todo ese proceso sutil, malévolo, que precede a la violencia física? Ayudar a las mujeres en riesgo es el primer paso, antes de denunciar: educar en la escuela, abrir los ojos a las mujeres ante los comportamientos posesivos que huelen a maltrato, crear recursos de seguridad y planificar la salida del domicilio, son medidas, entre otras, que hay que fomentar para que las mujeres y sus hijos puedan salir del maltrato sin aumentar sus riesgos. No se puede simplificar en una denuncia un asunto tan complejo, tan cruel y tan doloroso.  

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