miércoles, 8 de mayo de 2013

Aquí yacen dragones



DIAGNÓSTICO

Entiendo cómo se siente, la angustia que quizá ahora, en los primeros minutos, sepa controlar pero que a buen seguro se hará con usted, con su cabeza y acaso rompa la tranquilidad de su hogar, de los suyos. No es fácil. No es fácil, con esa información en la mano, ser el que fue hasta ahora: salir a la calle, enfrentar la rutina, los bares de siempre, los mismos bancos, los saludos. No es fácil compartirla con sus seres queridos. Imagino sin dificultad cómo se sentirá su esposa cuando se lo diga; busque el momento, la manera. He consultado con colegas, prestigiosos doctores que no han podido sino confirmar mi dictamen. No hay medicación, tratamiento o prescripción que pueda cambiar el desenlace. Del mismo modo sé que no hay palabras que yo pueda pronunciar ahora que vayan a hacerle sentirse mejor. No hay fórmulas. Sólo puedo recomendarle que busque la proximidad de los suyos como el soldado herido en combate busca a sus compañeros en la niebla. Que se rodee de aquellos que le quieren, que les quiera, que se lo diga tantas veces como sienta necesidad de hacerlo. No tema a las palabras: son pequeños milagros y como tales obran, si acertamos a articularlas en el momento exacto, no siempre es fácil. Elimine lo superfluo, dedique el tiempo a aquello que realmente merece la pena: sea egoísta. Piense en usted. Y no tome decisiones. No las tome ahora, concédase un tiempo. No es fácil escuchar un diagnóstico así, no hay estudios, ni viajes realizados, ni consejos que te preparen para escucharlo. No nos preparan. Nos preparan para estudiar, para tener hijos, nos preparan para trabajar aquí o allá, para amar y para olvidar después. Pero a la luz de los síntomas que nos ha referido en sus visitas del doce del dos y del quince del tres, realizadas cuantas pruebas se han considerado necesarias, y a tenor de los resultados de las citadas pruebas, análisis, punciones, radiografías y biopsias, me veo en la difícil obligación de comunicarle que le queda a usted toda la vida por delante

De Fernando León de Aranoa, en su libro Aquí yacen dragones

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