DEJAME QUE TE CUENTE

Narrar es guerrilla contra el olvido, ese que sin duda seremos. Solo la Medicina y las narraciones pueden tolerar la certeza de que ninguna historia humana acaba bien. Así que, mientras nos fingimos inmortales, pasa... y cuéntanos, disfruta escuchando las historias de los otros, que podrían ser las nuestras... porque el sufrimiento nos hace iguales, hasta llegar a Ítaca.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Un año más de violencia contra las mujeres

Damos pasos pero aún faltan muchas manos levantadas




Para no olvidar:

25 NOVIEMBRE, DIA MUNDIAL CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO



Tú puedes ser la próxima
Médicas, azafatas, abogadas, amas de casa, actrices, secretarias, celadoras, locutoras de radio, ministras… La violencia de género no tiene un “nicho ecológico” definido sobre el que imponer su demoledor dominio. Tristemente podemos decir que la violencia de género es “cosa de todas”.
Por eso, si yo fuera una mujer maltratada, o por si llego a serlo, me gustaría pensar que el sistema sanitario español está preparado para atenderme. No sólo si llego a urgencias con un pómulo roto. Los profesionales saben bien suturar, pero ¿con qué hilo se cosen las heridas del alma? ¿cuánto tardan en cicatrizar? Detrás de cada agresión física hay un infierno previo, sin grandes llamaradas, oculto, sutil, perverso, confinado a la intimidad de una relación asfixiante y humillante, envuelta en una tela de araña que no es fácilmente reconocible ni para la mujer que la sufre ni para los profesionales que la atienden. Ya sé que es difícil, pero me gustaría pensar que estos profesionales tendrán suficientes conocimientos y habilidades, y una actitud de escucha reflexiva, empática y atenta, que les impida ser maleficentes. Si me siento sola y desnuda, en medio de una tormenta de nieve en Siberia, descalza, con los pies congelados…. no me gustaría ver en la mirada del médico que me atiende algo así como un reproche: “no sé por que no coges un abrigo y te vas”. A este bienintencionado profesional le diría: ¿a dónde? ¿cómo? ¿dónde llevo a mis hijos?¿dónde meto el miedo?. Si te pido que no des parte al juez, no te ofendas, no quiero meterte en líos, pero tampoco quiero que me metas tú. Me dan miedo las decisiones “en escopetazo”, las mías y las tuyas. Si pudieras acogerme sin juzgarme… porque las mujeres maltratadas no somos ni cobardes ni masoquistas, somos víctimas de un proceso de destrucción sistemática de nuestra integridad psicológica y a veces física, víctimas del silencio social que envuelve la violencia como algo “normal” – “todas las parejas tienen diferencias” -, víctimas del desconocimiento del ciclo de la violencia y del perfil del maltratador, que a lo mejor es ese paciente de tu cupo, culto, encantador, que no es alcohólico… vamos, imposible….
Que las leyes son importantes lo sé desde hace tiempo, pero también sé que no resuelven todos los problemas. He confiado en ti otras veces, y me gustaría encontrar en ti a un profesional que sepa guardar silencio (como decía Tambor, el conejito amigo de Bambi: “si al hablar no has de agradar es mejor callar”), que aguante el temblor de mi barbilla sin darme una palmadita en la espalda (“venga, mujer, no será para tanto…”), que me de el tiempo que necesito mientras retuerzo un pañuelo, con la mirada perdida y los labios apretados porque no encuentro las palabras que nombren lo innombrable, que entienda que para salir de un pozo enfangado hace falta algo más que voluntad, que reconozca el ovillo que me enreda y envuelve… y, si puede, me ayude a tirar del hilo, y si no puede, me ayude a encontrar el sitio donde puedan hacerlo… ese ovillo que me asfixia, me ciega, no me deja pensar ni sentir nada más allá del miedo y la desesperación…
¿Serás así tú, el médico que me atienda? 
¿Seré así yo, que soy mujer y médica de familia? 
¿Seré yo la próxima víctima?



Teléfono Contra los Malos Tratos
012 Mujer o 016
900116016 para personas con diversidad auditiva y/o del habla
 
 

Para no olvidar:

La maleta de Marta

Hay historias que parecen imposibles. La de Marta es una de ellas. Superviviente de su asesino, que después de atropellarla le asestó dieciseis puñaladas. Marta no solo sobrevivió, sino que se ha atrevido a plantarle cara a su asesino y contar su historia. Para que se sepa lo que realmente sienten y necesitan las mujeres en peligro de muerte, amenazadas por los canallas que fueron sus parejas.
 
Las mujeres que han vivido las muchas violencias de género (la psicológica, la sexual, la económica, la social, la física) reconocerán en la historia de Marta elementos que por desgracia comparten todas las víctimas: la tela de araña que envuelve hasta asfixiar, la culpa que te inoculan y que atenaza la capacidad de decidir, lo sutil de la violencia psicológica en la que es difícil definir qué día comenzó todo, las lágrimas y los pañuelos retorcidos, el miedo a la reacción de la familia y al qué dirán, y la sonrisa final de las que consiguen escapar y renacer, reinventarse y volver a vivir. No todas lo consiguen. Al menos las mujeres que aparecen reflejadas en estos datos no lo consiguieron:
 
Las noticias sobre violencia con resultado de muerte, esas que salen en la prensa, insisten en la necesidad de la denuncia previa. Pero ¿qué hubiera denunciado Marta? ¿cómo se denuncia la tela de araña? ¿cómo se demuestra el desprecio, la humillación, la burla, todo ese proceso sutil, malévolo, que precede a la violencia física? Ayudar a las mujeres en riesgo es el primer paso, antes de denunciar: educar en la escuela, abrir los ojos a las mujeres ante los comportamientos posesivos que huelen a maltrato, crear recursos de seguridad y planificar la salida del domicilio, son medidas, entre otras, que hay que fomentar para que las mujeres y sus hijos puedan salir del maltrato sin aumentar sus riesgos. No se puede simplificar en una denuncia un asunto tan complejo, tan cruel y tan doloroso.  
 
 
 

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