DEJAME QUE TE CUENTE

Narrar es guerrilla contra el olvido, ese que sin duda seremos. Solo la Medicina y las narraciones pueden tolerar la certeza de que ninguna historia humana acaba bien. Así que, mientras nos fingimos inmortales, pasa... y cuéntanos, disfruta escuchando las historias de los otros, que podrían ser las nuestras... porque el sufrimiento nos hace iguales, hasta llegar a Ítaca.

sábado, 8 de marzo de 2014

LA PRÁCTICA MÉDICA, UN VIAJE DE IDA Y VUELTA A LA PERSONA



Siempre es estimulante la lectura de materiales en torno a las humanidades médicas, y he de confesar que la revista Medicine, Health Care and Philosophy, de la Sociedad Europea del mismo nombre, me está entusiasmando. Uno de los artículos del último número, en torno a “El todo y el arte de la dialéctica médica: un relato platónico”, me ha traído a la memoria y reforzado una intuición que, desde hace unos años, vengo entreviendo sobre la tarea de los médicos. No es tanto que la intuición sea novedosa, ya que de alguna manera creo que ha venido circulando por distintas fuentes; pero sí que es esclarecedora, por lo menos para mí, de lo que el médico hace y, sobre todo, de lo que debe hacer.

El artículo en cuestión hace un análisis literario del diálogo platónico Fedro, que hace alusión a la Medicina como modelo para otra práctica importante, la retórica. En una discusión sobre la retórica vacía de los sofistas, Sócrates presenta a la Medicina como ejemplo de práctica profesional (techné) por su método de dividir y reunir, al que denomina dialéctica, que cursa sin perder de vista la plenitud (to holon) de lo que es su objeto, la vida humana. Aunque esto es una pobre aproximación al contenido del artículo, que entra en mayor profundidad al análisis, es suficiente para mi propósito en estas líneas.

Ciertamente, lo que hace el médico en el proceso típico de acogida de un paciente es acoger a la persona, que nos presenta unos síntomas que, de alguna manera, le preocupan. Como científicos, comenzamos aquí un proceso de división y separación en el que, con las técnicas aprendidas en nuestra formación, intentamos delimitar el problema que está originando la situación del paciente, a través de un proceso de recogida de datos (la enumeración a la que también se refiere el artículo citado), formulación de hipótesis y validación de las mismas. Con todo ello podremos formular la hipótesis diagnóstica final o una pauta de actuación a seguir para poder precisarla, y podremos conformarnos con ponérsela delante (ex-ponérsela, o, lo que es peor, im-ponérsela al paciente), o bien podremos “recuperar” la totalidad de la persona que tenemos delante (que habíamos puesto entre paréntesis para aplicar nuestro método científico) y tratar de ofrecerle la información obtenida y las propuestas de actuación de modo que ésta pueda integrarlo en su proyecto vital. Los medios para ello son múltiples, y reciben diferentes nombres: consentimiento informado, toma compartida de decisiones, etc. Dotarles de su pleno sentido es aceptar, de pleno derecho, la necesidad de esa reintegración.

Quizás sea todo esto lo que justifica que se hable de arte, además que de ciencia, cuando se intenta describir el hacer de la Medicina. Sobre todo, de la Medicina de Familia.

Miguel Ángel García Pérez

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